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Devenir funcionario. La condición del opositariado I: la condición biológica

Alumno - universidad de la republica

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DANIEL FERNÁNDEZ LÓPEZ

El cine y la literatura han dado cuenta de la vida funcionarial en varias oportunidades: valga pensar en El capote, de Nikolái Gógol; en Kanji Watanabe, el protagonista de Ikiru, la película de Akira Kurosawa; o en la obra de Franz Kafka, probablemente la más precisa radiografía de la función pública que nos ha sido legada. Gracias a ello, hemos podido hacernos una idea de la condición del funcionariado, a pesar de que la misma ha cambiado sustancialmente desde el surgimiento de la Administración. No podríamos decir lo mismo, sin embargo, de los y las opositores, lo que genera una suerte de vacío en la comprensión de cuál es la condición de las personas que opositan.

«La condición biológica es esencial, ya que el opositor o la opositora es un ser vivo que, con seguridad, va a ver comprometido su bienestar durante un tiempo variable pero prolongado»

Opositar no es un proceso libre de complicaciones (si lo pensamos desde su significado original, opositio no es sino «ponerse en contra» del resto de opositores y opositoras), y no solamente por lo que salta a la vista: días, meses y en según qué casos años de trabajo constante y una cuota de suerte para lograr una plaza en la Administración Pública. Hay, además, varios elementos significativos que condicionan la experiencia y en los que es preciso reparar. Por ello, en el presente artículo y en los dos que le seguirán vamos a estudiar varios de los elementos aludidos con el propósito de ilustrar, desde un punto de vista crítico, cuál es la condición del opositariado, un grupo que, gracias a su significación, se ha ganado una categoría de análisis propia.

Homeostasis: la condición biológica

En su último libro, El extraño orden de las cosas, António Damásio, posiblemente el neurocientífico de mayor prestigio a escala mundial, plantea la oportunidad de volver a un concepto esencial en biología: la homeostasis (del griego ὅμοιος [hómoios], ‘igual’;​y στάσις [stásis] ‘estado’), que alude a la capacidad de un ser vivo de regularse en su relación con los cambios que se producen en el exterior, con vistas a seguir con vida.

Desde el punto de vista biológico, por extravagante que suene, hay dos formas de ver el vínculo que une a la homeostasis con el opositariado. En virtud de la primera, cabría pensar que las oposiciones son una vía, ya para satisfacer una vocación de servicio público, ya para salvar la pobre situación que viene sufriendo el trabajo asalariado en los últimos años, con lo que el propósito de los y las opositores sería salvaguardar su homeostasis gracias a un futuro puesto seguro en la Administración. En virtud de la segunda, que siempre sigue a la primera, las oposiciones vienen a suponer un reto para nuestra homeostasis, ya que el proceso de preparación es exigente, cuando no lesivo.

«El o la aspirante a trabajar en la Administración Pública debe calcular si las lesiones que podrá sufrir su homeostasis durante el proceso valen la pena o no»

Es altamente probable que el opositariado experimente una vulneración de su capacidad de regularse, ya que el estudio le exigirá un tiempo y una energía que, en condiciones de mayor holgura, un ser vivo ocupa en labores que le permitan prosperar.

En consecuencia, las oposiciones pasan por estresar la homeostasis a un punto que, a pesar de admitir parangón con una serie de situaciones vitales habituales (la crianza, el trabajo asalariado, los cuidados), presenta una serie de rasgos propios que varía en virtud de las situaciones personales, siendo el aislamiento, posiblemente, el principal.

Al lado de la homeostasis, según explica Damásio, surge un segundo concepto: el de la valencia, gracias al cual evaluamos si lo que nos sucede o lo que hacemos es positivo o no. Y si lo recuperamos antes de dar paso a la segunda condición es porque se trata de un concepto esencial en las oposiciones; ello se debe a que el o la aspirante a trabajar en la Administración Pública debe calcular si las lesiones que podrá sufrir su homeostasis durante el proceso valen la pena o no. Es posible que, aun respondiendo afirmativamente, la experiencia siga siendo gravosa, pero la valencia será positiva.

En una palabra, la condición biológica es esencial, ya que el opositor o la opositora es un ser vivo que, con seguridad, va a ver comprometido su bienestar durante un tiempo variable pero prolongado. Sin embargo, no es el único elemento a gestionar, ya que a su lado surge una segunda condición, la sociológica, que plantea un proceso igualmente sensible: la normalización del o de la aspirante a la función pública.

 

Daniel Fernández López es Licenciado en Periodismo y en Ciencias políticas y autor de la tesis doctoral El concepto de amor en Teoría política. Actualmente prepara oposiciones al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado en SKR y, en sus ratos libres, lee libros de señores rusos y alemanes muy viejos.

 

 

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Un comentario

  1. Buenos día. Yo oposiciones de entrada NO, aunque se haya venido accediendo a las administraciones con este sistema tan injusto y degradante desde tiempo inmemorial. Entiendo la oposición como el salto de altura o de pértiga; lo consigues, y luego «un alcornoque» dentro de la administración y un espabilado fuera. Seguro que hay sistemas más justos, menos arbitrarios para ser funcionario (ya la propia palabra jiede), con más facilidades para entrar y aún más para salir. De los casi 30 años que llevo en la administración he visto de todo y me avergüenzo. Abogo por una escuela de administración. Gracias

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